Academia de Ciencias, Artes y Letras de Huelva

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Discurso íntegro de Emilio Pascual en la apertura del curso 25-26 del Instituto de Academias de Andalucía

diciembre 2025

Excma. Sra. Alcaldesa-Presidente del Ayuntamiento de Huelva.

Excmo. Sr Consejero de Universidad, Investigación e Innovación.

Excmo. Sr. Presidente del Instituto de Academias de Andalucía.

Excmo. Sr. Presidente de la Academia Iberoamericana de La Rábida.

Excmos. e Ilmos. Académicos de Andalucía.

Excmas. e Ilmas. Autoridades.

Señoras y señores:

Este acto de inauguración del Curso Académico 2025-2026 en el Instituto de Academias de Andalucía, que este año tiene lugar en Huelva, ha sido organizado por sus dos Academias locales: la Academia de Ciencias, Artes y Letras de Huelva y la Academia Iberoamericana de La Rábida. Comparezco, pues, ante ustedes por acuerdo de ambas instituciones, por ser presidente una de las dos. Es decir, por algo circunstancial, que tiene que ver más con mi posición que con mis méritos.

Debo dejar claro desde el principio que cuanto voy a exponerles carece casi totalmente de originalidad. Mi discurso es deudor, en primer lugar, de todos mis colegas de Departamento y de grupo de investigación, sin excepción. He de citar también a mis colegas de Arqueología y de Prehistoria de nuestra Universidad (con mención especial a mi amigo Paco Nocete, reciente y prematuramente fallecido); y a compañeros y compañeras de las dos Academias de Huelva, que me han proporcionado datos cruciales. Y a mis alumnos, que ya me enseñan a mí mucho más que yo a ellos. Así debe constar.

El tema que he elegido, el de la Faja Pirítica Ibérica, trata una unidad geológica que contiene recursos minerales de la mayor importancia. De hecho, es muy común encontrar fuera de España geólogos que nunca han estado en nuestro país y que han oído de Huelva justamente por nuestros yacimientos. Pero con todo, lo decisivo para elegir este tema ha sido que, en mi opinión, en pocas zonas del mundo ha tenido un recurso mineral tanto impacto sobre los seres humanos que las han habitado como en la Faja Pirítica Ibérica en general y en Huelva y su provincia en particular. Y ese impacto nunca ha sido meramente económico. Al contrario: con sus luces y sus sombras ha contribuido, en más de un sentido, a escribir nuestra Historia.

Vayamos pues, en primer lugar y muy brevemente, a dejar claro en qué consisten los recursos minerales de la Faja Pirítica Ibérica.

El rasgo más característico de esta unidad es la aparición en el subsuelo de grandes masas constituidas casi, o exclusivamente por, sulfuros entre los que predomina la pirita; pero con contenidos en calcopirita, esfalerita y galena que han sido de gran interés económico en muchos momentos y lo vuelven a ser hoy.

Este es el principal tipo de mineralización explotado en la región; pero no es el único: la zona originalmente inferior de estas masas está formada por extensas redes de venillas mineralizadas que se conocen con el nombre de stockwork. Estas venillas están constituidas esencialmente por cuarzo, clorita y sulfuros, los cuales pueden tener altos contenidos en cobre y dependiendo de ello han sido también objeto de explotación. Además, tanto estas zonas de stockwork como las masas mismas, cuando quedan al descubierto por erosión, desarrollan zonas de alteración, a veces con altas concentraciones de cobre, plata y oro. Las más superficiales de ellas, de color rojo intenso, son conocidas como como gossan y configuran una de las características más conocidas y llamativas del paisaje en toda la región.

Incluso después de la intensa actividad minera a lo largo de nuestra Historia, una estimación conservadora de los recursos metálicos hoy existentes en la FPI se acercaría a los 780 millones de toneladas, con porcentajes de cobre entre el 1,3 y el 0,4 % y contenidos económicos de interés en otros metales, incluidos zinc, plomo, plata y oro. Las reservas totales de la región superan los 300 millones de toneladas.

Estas acumulaciones de sulfuros alcanzaron antes de explotación enormes volúmenes, hasta de varios cientos de millones de toneladas en el caso de las mayores de ellas. Se conocen en la literatura anglosajona con las siglas VMS (Volcanogenic Massive Sulphides), y se consideran generadas en un entorno submarino profundo por circulación hidrotermal ligada al vulcanismo entre los 360 y los 340 millones de años.

El hecho es que esta región de la tierra se resiste a dejarse conocer; y pese a la enorme cantidad de estudio que sobre ella se ha realizado sigue siendo mucho más lo que ignoramos. Resumiré mis propias incertidumbres en la falta de respuesta exacta y cabal a tres cuestiones tan simples como estas: a) por qué hay tantas masas de sulfuros de este tipo (se conocen más de cien); b) por qué un número de ellas son tan (inusualmente) grandes, y c) por qué, bajo una engañosa apariencia de uniformidad, esas masas son en realidad tan distintas entre sí. Naturalmente, subyacen en cada una de estas preguntas muchas más cuestiones sin resolver. Pero sea como fuere, los recursos siguen y seguirán estando ahí. Quede pues anotado en qué consisten, sin olvidar un hecho relevante: que sobre las más de cien masas que ya conocíamos, la exploración minera actual sigue descubriendo más. Por eso debe continuar.

Una vez presentado el personaje, veamos algo de su larga historia. Aun sin ser historiador, asumo este riesgo porque lo que esta historia nos muestra no habla sólo de la importancia de nuestra región en la producción de metales. Es mucho más: nos cuenta cómo el mismo recurso ha pasado por épocas en las que ha sido de importancia económica fundamental para nosotros y por otras de declive de la actividad, o incluso de abandono; nos cuenta también el impacto que desde el principio ha tenido la explotación de estas mineralizaciones en el medio natural de la región, y por último nos narra cómo la propia riqueza generada por la producción de metales ha conducido a notables transformaciones sociales, modelando así la sociedad toda. Está claro que todo ello nos indica la necesidad de conocer ese pasado, como condición indispensable para evaluar con criterio el presente y para proyectar nuestro futuro. En definitiva, pienso que el interés de la historia de la actividad minera en la Faja Pirítica Ibérica no es más que el de la Historia en general: el de ser maestra de la vida.

Gracias al trabajo conjunto de investigadores de Prehistoria y de Geología de nuestra Universidad, disponemos hoy de excelente información sobre los comienzos de la actividad minera y metalúrgica en nuestra región. Lo primero que destaca en ella es su antigüedad, que se remonta al periodo calcolítico. Concretamente, las dataciones con C14 del inicio de la actividad minera y metalúrgica en el Cabezo Juré, cerca de Alosno (Huelva) indican fechas algo anteriores a los 2890 años antes de Cristo; y comprenden toda una sucesión ordenada en el tiempo, hasta los 2270 AC, cuando este y otros asentamientos son abandonados.

La excelente información que tenemos de esta primera etapa de actividad minero-metalúrgica permite mostrar varios hechos: en primer lugar, su antigüedad misma ha cambiado el paradigma previo de los historiadores en un punto esencial: los habitantes de estos asentamientos no usaron para su producción de metales una tecnología importada, ligada al contacto con las grandes civilizaciones del Mediterráneo oriental; contacto este que tuvo lugar, pero en una época mucho más tardía. Fueron capaces de producir metales con su propia tecnología: con sus propios hornos, toberas y crisoles, que les permitieron alcanzar temperaturas de hasta 1000 ºC. Los objetos producidos fueron esencialmente de cobre; pero también produjeron oro.

Constituyeron además grupos humanos especializados, que intercambiaban su producción de metales por el resto de los bienes que necesitaban, incluidos alimentos. Incluso se puede observar en sus asentamientos una especialización en función del trabajo que realizaban: algunos de ellos, como el de Cabezo Juré, se dedicaron a la metalurgia; en tanto que otros (Junta de los Ríos, Puebla de Guzmán) se centraron en el control de la circulación de los recursos. A su vez, esta especialización condujo a una fuerte jerarquización social.

Por último, está igualmente documentado que en el contexto de esas primeras actividades de minería y metalurgia se generaron cambios ambientales importantes. Fundamentalmente, la minería y la metalurgia de hace cinco mil años produjeron tres tipos de impacto: deforestación (la quema de madera era la fuente principal de energía); un aumento de la tasa de erosión como consecuencia y una contaminación de las aguas, detectada ya en esa época en el Golfo de Cádiz. A título de ejemplo: la evidencia de deforestación se basa en un estudio palinológico, que demuestra que en los más antiguos de los sitios estudiados hay hasta un 14% de polen de especies arbóreas, que disminuye hasta su práctica desaparición doscientos años después. El bosque se recuperó con igual rapidez después del abandono de la minería y la metalurgia.

¿Qué nos enseña esta historia de nuestra primera minería y de nuestra primera metalurgia? Que supuso un avance sustancial del desarrollo material de quienes la implantaron; que implicó especialización y diferenciación de grupos sociales; que favoreció el comercio; que dividió la sociedad entre grupos con más medios (y por tanto, más poder) y otros a ellos subordinados; que minería y metalurgia tuvieron un impacto verificable y serio sobre el medio natural, y –last but not least– que en algún momento esta explotación, otrora floreciente, entró en decadencia y cesó. En definitiva: lo que nos encontramos ya en el tercer milenio AC viene a ser un compendio de todos los efectos que la esta actividad ha tenido después, en proporciones tanto mayores cuanto más intensa y extensa ha sido, como veremos.

Naturalmente, después del contacto con las grandes civilizaciones del Mediterráneo, y del conocimiento de los recursos de nuestra región en todo el mundo antiguo, la explotación de los yacimientos de la FPI se intensifica. Más allá de las huellas tartésicas y de las referencias a Tharsis que en algunos casos llevan a identificar la región con la legendaria ubicación de la que la Biblia nos habla, lo cierto es que es en época romana cuando podemos documentar el periodo más importante de la explotación de las minas de la Faja Pirítica durante la antigüedad.

El mayor impulso de la explotación minera en la Faja Pirítica en época romana se produjo en época imperial, sobre todo en la segunda mitad del siglo I y la primera del siglo II d.C., que fue la época dorada de la minería romana en el suroeste peninsular y cuando se pusieron en explotación los mismos yacimientos que luego tuvieron actividad entre fines del siglo XIX y primera mitad del siglo XX. Dos de estos yacimientos destacarán en aquel tiempo sobre los demás: el del Llano de los Tesoros/Corta Lago en Riotinto y el de Filón Sur en Tharsis.

Las minas de Huelva llegaron a ser las más importantes del Imperio romano, en especial en Riotinto. Y el impacto ambiental de esta minería fue tal que al estudiarse el plomo isotópico de las partículas metálicas depositadas en forma de lluvia en el hielo fósil de Groenlandia se concluye que entre época púnica y romana la Faja Pirítica era la zona más contaminante del mundo. Y los escoriales de época romana llamaron la atención a los viajeros que visitaron estas minas desde época bajomedieval.

El metal obtenido, sobre todo plata, se extraía de la parte basal de las zonas de gossan y salía de la mina en forma de lingotes, se distribuía por todo el imperio y se usaba para la acuñación de monedas. El cobre se utilizaba además en la fabricación de armas y otros elementos.

El sistema de explotación de la época romana lo conocemos bien gracias la actividad minera posterior, porque quedó al descubierto más tarde al abrir cortas para la explotación a cielo abierto. Fue entonces cuando se comprobó que las labores romanas llegaban a profundidades sorprendentes y que seleccionaban con precisión las zonas más ricas de los yacimientos. También se pudo verificar la avanzada tecnología romana para el desagüe de las galerías de sus minas. Aparte de las galerías destinadas a tal fin, recurrieron a sistemas de norias de madera, con los que consiguieron elevar el agua hasta 80 metros para su extracción. La copia de una de esas norias puede admirarse hoy en el museo de Huelva.

En el campo de la metalurgia también se produjeron notables avances en época romana, con hornos que eran capaces de resistir nueve cargas sucesivas de mineral para formar un buen régulo metálico. Un conocimiento preciso de las técnicas de reducción permitía el tratamiento de minerales complejos. Los mecanismos de la copelación también eran perfectamente conocidos, y ello llevó a la importación de plomo de otras cuencas mineras, para añadirlo a la carga de los hornos de los minerales de plata, favoreciendo su recuperación como un plomo argentífero lo más rico posible en plata.

Pero de nuevo, la floreciente industria minera y metalúrgica romana entró en decadencia con la caída del imperio; y la posible actividad en la Faja durante la época de hegemonía musulmana no está bien documentada, al contrario de lo que ocurrió en otras zonas de España, como Almadén. No obstante, como los musulmanes aprovecharon las técnicas mineras y metalúrgicas romanas, no puede descartarse del todo que partes de las explotaciones romanas previas fueran reutilizadas en este periodo.

Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que al inicio de la Edad Moderna yacimientos tan importantes en época romana como Riotinto habían sido totalmente abandonados. Sólo al inicio del reinado de Felipe II, y debido a las dificultades económicas que afrontaba la corona española, ordenó el Rey realizar una expedición a la región para verificar la presencia de restos de antiguas explotaciones mineras con vistas a una posible reanudación de su actividad. Y es notable el hecho de que al menos uno de los comisionados por el Rey Felipe II, el sacerdote Diego Delgado, se dio cuenta de que había encontrado indicios de una actividad minera antigua, de gran importancia, que merecía una investigación más detallada; y también -de nuevo, el impacto ambiental de la minería- fue el primero en reportar que el río Tinto era ya entonces muy especial, sin peces ni otras formas visibles de vida en él; y que las aguas eran utilizadas para limpiar herramientas y curar pequeñas afecciones de la piel.

A partir de este momento, y en diferentes etapas hasta mediados del S. XIX, se reanuda la actividad minera y la producción de cobre con diversos protagonistas que, en la mayor parte de los casos, incluso cuando consiguen poner en marcha la producción de metal, no consiguen hacerla rentable de forma continuada. De este largo paréntesis debemos destacar el periodo en que el marqués de Remisa, que firmó un contrato de 20 años con el Gobierno para la explotación de Riotinto, utilizó por primera vez las calcinaciones de mineral al aire libre -las teleras- para la metalurgia del cobre. Consiguió así mejorar la producción de metal y castigar menos los bosques, pero a costa de producir otros daños ambientales que pronto se hicieron insoportables. De nuevo nos encontramos con el impacto ambiental de la minería, que años más tarde nos mostrará su peor cara.

Y llegamos así al punto en el que España, en uno de los varios periodos de marasmo que sufre a lo largo del S. XIX, ve la oportunidad de paliar su crisis financiera vendiendo las minas de Riotinto. Lo hace finalmente en 1871, a un precio inferior al de la evaluación presentada al efecto, por un total de 3.500.000 libras esterlinas en oro, a un grupo financiero liderado por Hugh Matheson. Poco antes, en 1868, la Tharsis Sulphur and Copper Company, de Glasgow, había comprado la mina de Tharsis.

En un ambiente de optimismo y en general de alta demanda, se relanza en poco tiempo la actividad minera de nuestra región y la producción aumenta drásticamente, no sólo para la obtención de cobre sino también para la obtención de azufre a partir de la pirita. No sin salvar problemas técnicos, y también financieros, en 1884 Riotinto era el mayor centro minero del mundo: aquel año, sólo el cobre obtenido en sus minas ascendió a casi 11.000 toneladas; y ya en 1912 se extrajeron 2.177.000 toneladas de mineral, exportándose más de 500.000 y usando el resto para la producción de ácido sulfúrico. El auge de la minería implicó la construcción de grandes obras de infraestructura, incluidas no sólo las líneas de ferrocarril minero de Riotinto (que fue clave para la entrada de capital británico) y de Tharsis, sino los dos muelles de carga del mineral construidos en el estuario de Huelva, primero el de Tharsis y luego el de Riotinto.

Toda esta etapa de generación de enorme riqueza, que en algunos momentos se estima que superó el 10% del PIB español, se reflejó también en una creciente influencia de las compañías mineras en nuestro país, tanto en la economía como en algunas decisiones políticas. Al final, esa influencia y ese poder fueron enormes, y en determinados asuntos podríamos calificarlos de omnímodos.

El peso de la nueva clase dirigente representada por técnicos y gestores de las empresas mineras británicas se hizo notar en la sociedad onubense. Quizá el caso más paradigmático fue el de Riotinto, en el que la empresa construyó viviendas para sus empleados, realizó programas de enseñanza y construyó un hospital que fue modélico en su época, hasta merecer la visita de don Santiago Ramón y Cajal en 1906. Uno de sus médicos más conocidos, J. McDonald, fue también uno de los primeros en relacionar la malaria con el mosquito Anopheles y caracterizar esta especie. De todo esto ha dado cuenta uno de nuestros académicos, ya fallecido: el doctor en Medicina D. Juan Saldaña. Nuestros visitantes importaron también otras novedades, incluido el fútbol y el tenis; y crearon el balneario de Punta Umbría.

Claro que esta convivencia tuvo puntos oscuros. En particular, y en mi opinión, la colonia británica (con algunas excepciones) nunca se integró en Huelva. De hecho, hay testimonios de que la élite británica solía referirse a los onubenses como los nativos, como también los hay de que los responsables de la compañía solían desaconsejar a sus empleados la formación de parejas con la población local. En cierta medida, y hasta muy tarde, tendieron a constituir en Huelva una sociedad casi totalmente separada de la sociedad huésped, con la cual mantenía poca relación.

Pero el episodio más grave y luctuoso de toda la historia de la minería relacionado con este periodo de expansión fue, sin duda, el del año de los tiros, en 1888. Como hemos dicho, el uso de las calcinaciones al aire libre para extracción del cobre, iniciado ya en tiempo del Marqués de Remisa, fue también adoptado como forma de explotación más rentable por la compañía británica. La diferencia, empero, fue enorme porque la cantidad de mineral tratado de esta forma fue en esta época mucho mayor.

El resultado fue catastrófico: una enorme nube ácida (conocida como la manta) arruinaba agricultura y ganadería, causaba deforestación e incluso mermaba los salarios de los propios mineros: en diversas ocasiones, a éstos no se les abonaba el salario los días en los que la manta impedía al ferrocarril llevarlos a sus centros de trabajo.

El desastre de 1888 no surgió de la nada: ya en un dictamen del Ministerio español de fomento en 1878 se instaba a las instituciones españolas y a la industria a reparar los daños causados, y las publicaciones de la época (p. ej., EL PAÍS) daban cuenta de estos hechos. Así las cosas, el día 4 de febrero de 1888 (diez años más tarde) se llevó a cabo una manifestación de mineros y agricultores contra las calcinaciones al aire libre.

La movilización terminó trágicamente con un número grande, aunque no conocido con exactitud, de muertos y heridos, producidos cuando una unidad del ejército disparó contra los manifestantes. Hay una extensa documentación sobre el particular, y aconsejo a quienes deseen saber más sobre el asunto la visita al Museo Minero de Riotinto, en donde los datos sobre el desastre están muy bien expuestos al público. Sin duda, este es el peor suceso registrado en la Faja Pirítica en relación con el impacto ambiental de la minería, y uno de los más antiguos (y justificados) de protesta organizada de la población ante dicho impacto. Acabaré esta pequeña aproximación al máximo auge de la minería en la FPI señalando que las calcinaciones al aire libre fueron sustituidas por otros procesos al inicio del S. XX., mucho antes del declive económico que marcó el fin de este periodo.

A partir de los años 50 del pasado siglo, se inició un cambio de la propiedad de muchas de las minas que, probablemente, estaba relacionado con el propio declive de las explotaciones. Así, la Compañía de Riotinto fue vendida en 1954 a la Compañía Española de Minas de Rio Tinto S.A., y tras diversas vicisitudes llegó a ser reestructurada incluso como sociedad anónima laboral. Era ya cuestionable la viabilidad de todas las minas españolas de la región, con una cotización del cobre que, con altibajos, cayó gradualmente desde los 4.000 a menos de 2000 $/Tm. en el año 2000, en dólares constantes de 1998 (hoy son más de 10.000).

Debo decir que a partir de este momento mi visión de la historia de la Faja Pirítica es otra, pues pasé de espectador distante a observador en primera persona de los acontecimientos. Aunque ya había visitado las minas de Huelva como estudiante de Geología y como becario de investigación en Granada, decidí trasladarme a Huelva en 1983 como Profesor y desde entonces he desarrollado aquí mi carrera. Al principio continué con las líneas de investigación que ya seguía en Granada; además, la inestabilidad de nuestro Centro en Huelva acaparó buena parte de mis esfuerzos y me restó tiempo para la investigación, y por tanto para el desarrollo de mi propia carrera. Pero sea como fuese, desde mediados de los 90 empecé a trabajar en la Faja Pirítica; y en gran parte porque el tema me resultó fascinante, y porque tuve éxito (anotaré, no sin cierta melancolía, que más fuera de España que dentro de ella), en ello sigo hoy.

Así pues, he sido testigo de la evolución de la FPI en el pasado reciente y en la actualidad; y debo decir que esta evolución, aun controlada por los mismos factores que han marcado los cambios habidos en la región desde su pasado minero más remoto, se ha producido ahora de manera peculiar. Pues lo que yo he presenciado es, en rigor, el solapamiento de una etapa de decadencia con un repentino renacer de la actividad minera.

Cuando a mediados de los 70 del pasado siglo llegué a Huelva por vez primera, como estudiante y becario, me impresionaron (no se rían) las instalaciones de Riotinto y Tharsis, supongo que por su tamaño; sin ser consciente de que lo que veía era, ya entonces, sombra de lo que había sido en un tiempo no tan lejano. Naturalmente, cuando volví a Huelva para vivir aquí, la realidad ya asomaba con toda su crudeza: con el bajo precio de los metales y la competencia de otras regiones mineras del mundo, la situación de las minas españolas de la Faja era en realidad insostenible. Y para mayor desprestigio de la minería, algunos años más tarde ocurrió el desastre de la rotura de la balsa de Aznalcóllar.

Sin embargo, esta imagen de desprestigio y decadencia resultaba no ser aplicable al nuevo y excepcional hallazgo portugués de Neves Corvo, que desde dentro de la propia FPI representó entonces, tal vez, la peor competencia posible para las minas españolas que aún sobrevivían; pero también un indicio muy serio de dos hechos: que la minería de la región seguía viva, y en ella seguía habiendo hallazgos de la mayor importancia, y que por lo tanto la exploración de nuevos recursos seguía teniendo todo el sentido.

En definitiva, a los pocos años de mi llegada las minas de Huelva, o habían cerrado, o sobrevivían con gran dificultad… hasta su cierre. Sin embargo, las compañías nacionales y multinacionales dedicadas a la investigación de recursos mineros seguían desarrollando aquí su actividad de investigación, incluyendo, entre otros, al entonces todopoderoso BRGM, controlado por el Estado francés. Y en algunos casos esas compañías habían realizado también en España hallazgos de un valor económico impresionante, como el de Las Cruces en Gerena (Sevilla), que en ese entorno de descrédito tuvieron que superar grandes (e injustificadas) reticencias y no pocos obstáculos administrativos para la puesta en marcha de su explotación.

Creo que en aquellos momentos la estrategia de las administraciones españolas consistió, en términos prácticos, en dar la actividad minera, si no por totalmente liquidada, si por prescindible; y atender, eso sí, con generosidad a los trabajadores de la minería, incluyendo tanto subsidios como una reconversión económica de las zonas afectadas. Se apoyaron nuevas actividades agrícolas, y también de restauración de espacios mineros; de remediación del impacto ambiental producido en épocas pasadas y de creación de centros históricos como la Fundación Riotinto o el magnífico museo minero de Riotinto. Pero el repunte de la exploración minera, que anunciaba ya tiempos mejores, fue por un tiempo ignorado. Me consta.

Hoy ya, en cambio, no es que no se pueda ignorar la investigación ni la exploración minera. Es que, de nuevo, las minas en producción  en la Faja son varias, incluyendo tanto la reanudación de la producción en minas ya conocidas como la explotación de nuevos hallazgos: en España, Minas de Riotinto, gestionada hoy por Atalaya Mining, explota un stockwork de y produce 15 Millones de toneladas anuales de concentrado de cobre; las minas de Aguas Teñidas, Magdalena y Sotiel, del grupo Sandfire, producen concentrados de cobre y concentrados polimetálicos (cobre, plomo y zinc), y la compañía dispone de una planta de flotación diferencial con capacidad de 4,5 nillones de toneladas al año. En Portugal, las minas de Neves Corvo (Grupo Boliden) y de Aljustrel (Almina) continúan produciendo concentrados de cobre y zinc.

Además, Cobre Las cruces, gestionada por hoy la multinacional First Quantum, fue hasta hace bien poco o la más rentable de las minas del grupo pese a su pequeño tamaño relativo, gracias a un excepcional depósito secundario a partir del cual ha producido directamente cobre catódico. En este momento, agotada esta mineralización y después de tres años de reprocesado de 3,5 millones de toneladas de residuo de planta con una ley cercana al 1 % de cobre, obteniendo también cobre catódico, debe decidir en un futuro próximo sobre sus recursos de sulfuros masivos primarios, que aún permanecen intactos.

Otras compañías están en proceso de apertura, como Minera Los Frailes (Grupo México); algunas más están también cerca de esa apertura, como Masa Valverde (Atalaya Mining); y además hay muchos otros proyectos en fases avanzadas de exploración, gestionados por diversas empresas.

¿Por qué este nuevo auge? Un factor fundamental en este rápido cambio en la región ha sido el aumento sostenido del precio del cobre, que además no parece probable que baje mucho en un futuro próximo. Sus bases hay que buscarlas en un aumento de la demanda, ligada no sólo al rápido crecimiento de las economías asiáticas, sino también a la necesidad de metales relacionada con la descarbonización de la economía. De forma que, al menos a corto plazo, esta demanda va a continuar. Una observación que he escuchado recientemente de boca de los expertos, y que entiendo no debe ni puede ser ignorada, es que, aunque los proyectos de descarbonización de la economía no alcanzaran una ejecución mayor del 50% de lo anunciado, ello bastaría para que la humanidad necesitara más cobre en los próximos 50 años que en toda su historia previa.

Pero hay también otro factor que favorece la actividad en la Faja Pirítica: que justo por esas razones, la Unión Europea es ahora consciente de la necesidad que tiene de garantizar su acceso a lo que se ha denominado ‘materias primas críticas’.

Recientemente he tenido ocasión de escuchar, en este caso de boca de responsables de la industria metalúrgica, la observación de que esta reacción de la Unión llega, bien en su perjuicio, demasiado tarde. Pero finalmente, la UE ha empezado a moverse en esa dirección; y sin abandonar la vía de los acuerdos comerciales internacionales con terceros países, ha concluido que necesita garantizar y potenciar la extracción de esas materias primas en su propio territorio. Y si bien los proyectos de reciclado y economía circular son interesantes, y seguirán siendo favorecidos por la Unión, la necesidad de conocer mejor, y en su caso extraer sus propias materias primas, es un hecho.

Ahora bien: al mismo tiempo que este auge tiene lugar, hay que hacer constar que el esfuerzo de años anteriores en paliar el impacto ambiental de la minería no ha sido, ni es, en vano. Porque, aunque hoy se admite de nuevo la necesidad de la exploración y explotación de nuevos recursos, la minería del S. XXI debe de estar ligada a un escrupuloso cumplimiento de requisitos ambientales que hagan posible la conservación del medio natural y social en el que se implantan las empresas mineras. En este sentido, han surgido diversos organismos internacionales para facilitar este cometido de la industria extractiva, entre los que destaca el Consejo Internacional de Minería y Metales (ICMM, por sus siglas en inglés).

La puesta en práctica de estos principios ha llevado al desarrollo del concepto de Mejores Tecnologías Disponibles (BAT) para la gestión de los residuos generados por las industrias extractivas. Europa se apoya para ello, tanto en experiencias piloto desarrolladas por las propias empresas extractivas, como en la amplia labor de numerosos grupos de investigación que trabajan en este tema en territorio europeo.

¿Cuál es hoy la posición de la Faja Pirítica, y por tanto de Huelva, en este contexto? La Faja Pirítica es hoy un importante centro de producción de metales, tanto a partir de minerales propios como mediante procesado de minerales de terceros países, como en la factoría de Atlantic Copper en Huelva. Tanto los recursos minerales in situ como el reprocesado de residuos, es decir, tanto explotación como reciclado, forman parte de esta actividad.

Pero además la Faja Pirítica se está consolidando como un hub minero internacional, impulsado tanto por el alto valor actual de los metales como por su situación como puente entre Europa y África. Además, las compañías están aprovechando sinergias con centros de investigación y universidades para recuperar el capital que más se ha perdido en las últimas décadas: el humano. Porque la mano de obra especializada, junto con el desarrollo tecnológico, es y será esencial en el futuro próximo de la región.

Es en este escenario europeo y mundial en el que se han incardinado los esfuerzos de nuestra sociedad, nuestras empresas y también nuestra joven Universidad de Huelva, cuyos centros y departamentos, incluso cuando aún se integraban en la Universidad de Sevilla, han contribuido, y contribuyen hoy significativamente, a la investigación minera y ambiental en la Faja Pirítica; y también, y esto me parece de la mayor importancia, a la formación de técnicos en esta materia. Sólo en mi Facultad y Departamento, la contribución científica al desarrollo de la exploración minera se ha desarrollado en varias líneas de investigación, incluida la caracterización geoquímica de minerales y rocas, el desarrollo de criterios para la detección de proxys de nuevas masas, la estratigrafía, la tectónica, la geocronología y la geofísica a todas las escalas, incluido un proyecto regional de gran impacto, desarrollado en colaboración con otras Universidades españolas y europeas (IBERSEIS).

Por su parte, las líneas de trabajo en prevención y remediación del impacto ambiental de la minería realizados en Huelva abarcan hoy dos líneas maestras: tratamiento pasivo de drenajes ácidos de mina y revalorización de residuos y recuperación de materias primas críticas. Esto último es muy importante, porque los residuos mineros también contienen metales de interés, y su investigación puede favorecer tanto la remediación de impactos ambientales del pasado como la economía circular en el sector.

Por último, en Huelva contribuimos también, tanto en nuestros grados como en nuestros estudios de Máster, a formar a los nuevos profesionales que necesita la consolidación presente y futura del sector. Podemos señalar que muchos de nuestros egresados tienen una formación que los hace muy apreciados por la industria minera. De hecho, en todas las compañías que operan en la Faja Pirítica (creo que sin excepción) trabajan algunos de nuestros antiguos alumnos; y varios de ellos, una vez egresados, han sido contratados directamente para trabajar en minería fuera de nuestro país; así que hoy, además, los exportamos.

Aún con mayor orgullo podemos constatar que varios de los máximos responsables de exploración y explotación minera de las compañías que operan entre nosotros fueron alumnos de Huelva. Incluso los hay formados en las etapas más difíciles de la vida de nuestros centros. En más de un caso han vuelto a Huelva después de una exitosa carrera en la Geología y la minería internacionales.

Entonces… ¿Y el futuro? Volvamos a nuestra Historia; si no para predecirlo, sí para mantener la prudencia. Virtud siempre necesaria; pero que suele ignorarse en los momentos de bonanza aunque en las situaciones difíciles se imponga por necesidad.

Para mantener esa prudencia, y sólo como un ejemplo, me permitiré recordar un hecho: no nos es posible fijar el precio del cobre, porque las reservas de la Faja Pirítica apenas alcanzan el 1% de las mundiales. Nuestras reservas importan; hoy nos favorece el alto precio de los metales, y éste seguirá siendo muy alto a corto plazo. Pero debemos seguir impulsando la exploración de nuevos recursos, incluidos los de otros metales, además de los que constituyen nuestras reservas. Lo dejo ahí.

Volvamos a nuestra historia. Lo que la ésta nos muestra es que las mejores épocas de la minería en nuestra región siempre tuvieron su final, en algunos casos hasta el olvido de que esa actividad existió. También nos habla del fuerte impacto negativo, tanto medioambiental como social, que en el pasado tuvieron estas actividades. Pero esa misma historia nos habla también de riqueza, de prosperidad y de cambios socioeconómicos positivos.

Por lo tanto, sin atreverme hoy a hacer pronósticos más allá de un futuro próximo de evidente contribución a la prosperidad de nuestra región, sí que expondré mi opinión sobre qué hacer en este momento para que, recordando esa nuestra Historia, tomemos las decisiones adecuadas.

Las directrices que nos deben guiar hoy en el impulso de la minería han sido expuestas tan sólo hace unos días, en Huelva, y tan certeramente, por el actual Consejero de Industria, Energía y Minas de la Junta de Andalucía, que creo que con reproducirlas no hace falta añadir nada más. Helas aquí; 1) máxima prioridad a la seguridad, salud y bienestar de los trabajadores del sector, en una profesión sumamente dura. 2) Total protección del medio ambiente, incluida la total restauración ambiental de las explotaciones. 3) Integración social de la minería, para que esta actividad se integre armónicamente en la sociedad y no conduzca, como en otras ocasiones, ni a la formación casi de una sociedad dentro de otra ni al rechazo social de la minería. 4) Digitalización de las actividades, con la entrada de nuevas profesiones (y de nuevos profesionales).

Nada cabe añadir a este compromiso, que personalmente suscribo. La cuestión que se plantea, obviamente, es qué medidas tomar para cumplirlo. No osaré yo entrar en ese terreno, pues si soy mal augur soy aún peor político. Sí voy a sugerir, empero, al final de mi modesta exposición lo que no nos podemos permitir: no nos podemos permitir perder nuestra capacidad de investigación en exploración minera y gestión medioambiental; y menos aún la capacidad de formar a los nuevos profesionales que la nueva minería requiere. Sostengo que mantener y potenciar nuestras capacidades investigadoras y de formación implicará la adopción de decisiones que en apariencia podrán parecer modestas; pero que en realidad no lo serán. Porque sin duda implicarán combatir con toda firmeza tres males demasiado arraigados entre nosotros: la ignorancia, la frivolidad y el oportunismo. En esas medidas, mucho tendrá que decir (y ser escuchada) nuestra Universidad; y no sólo ella.

Concluyo con una cita de mi ilustre paisano don Ángel Ganivet: “…Hay que gastar ideas… Porque los pueblos en que no existe el contrapeso de las ideas [no dijo ideologías] son como los desiertos: un día en silencio mortal y otro agitado por los más violentos huracanes…”

Señoras y señores:

Como he dicho, no todo depende de nuestra acción en el futuro de la Faja Pirítica Ibérica; sin embargo, sí que está hoy en nuestras manos no volver al desierto, entre el abandono más absoluto y una avalancha de actividad que no esté basada en criterios firmes.

Muchas gracias.